domingo, enero 22, 2006

Competición de esculturas de hielo

Dado que ya hace el frío suficiente, como todos los años, se ha organizado una exposición-competición de esculturas de hielo. No tenía mucho más que hacer este sábado, así que según me levanté, Raquel me propuso ir, y en 30 minutos ya estabamos saliendo por la puerta.
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Ni que decir tiene que el frío que hacía era de impresión, y menudo viajecillo que nos pegamos...
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La exposición era en Korkeasaari, el zoo, que está en una de las islas que rodean Helsinki. Si hubiera sido un día soleado de verano sólo tendríamos que habernos acercado hasta el centro y coger un barco que llega en 10 minutos, pero claro, como el mar está congelado, pues no hay barco y hay que dar toda la vuelta para llegar.
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En resumidas cuentas: 5 minutos andando hasta la estación de tren, 5 minutos en tren, 15 minutos en metro, esperar al bus otros 15 minutos, 10 minutos en el bus 11 y unos 20 minutos andando hasta el centro del zoo donde estaba la exposición. A todo esto, el día más frío de todo el invierno.
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La entrada fueron 3€, que algunos encontraron muy caros y decidieron no pagarlos decidiendo cruzar el mar andando, ya que el puesto de los tickets está a la entrada del puente; otros en cambio lo consideramos una ganga por llegar secos y con vida a la isla. Las esculturas eran muy bonitas; el motivo de este año era animales en peligro de extinción, bueno, creo que lo leí en algún sitio... había tortugas marinas (la que ganó el premio, de unos holandeses), cabras, leones... y diferentes esculturas: timones, señales... Cada escultura la hacía una pareja, casi todos de escandinavia, estonia, mongolia, china...y un grupo de ¡keniatas! que fueron los que hicieron el león.
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Nada más llegar dimos una vuelta rapidilla y nos dirigimos a la cafetería a tomar un chocolate; se que me repito pero no he tenido más frío en toda mi vida. Además como había tardado en guardar la cartera y ponerme de nuevo el guante, ya casi no sentía la mano derecha. Allí encontramos a más estudiantes, y salimos a terminar de ver la exposición, y dimos con otros amigos que estaban descansando en un recinto dedicado a los animales de la amazonia, donde obviamente hacía muy bueno.
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Alguien informó de que el último autobús salía en 30 minutos, así que decidimos volver, un grupo enorme de estudiantes que se iba desperdigando por el camino. Al llegar a la entrada todavía nos sobraban 20 minutos, así que nos metimos todos en la tienda de regalos. Cuando faltaban 10 minutos nos pusimos en la cola, que empezaba a ser enorme y veíamos que no iba a entrar todo el mundo en el bus. La espera fue horrible, al aire libre, al borde del mar con el viento que hacía, y aún así fue casi peor la subida al autobús. Afortunadamente, conseguimos coger sitio para sentarnos al fondo, pero no paraba de subir gente y fuimos hasta los topes, de hecho hasta 4 chavales se quedaron en tierra.
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Ya de vuelta, las penas parecen menos con un cola-cao caliente y una ducha calentita; la exposición muy guapa, pero para la próxima vez, ¡que no me esperen!