domingo, octubre 23, 2005

Una experiencia nueva

Hoy hemos aprovechado Giedré y yo que estabamos ya solas en casa y que Dasa nos había cedido su hora reservada en la sauna, para ir para allá en vez de estudiar que es lo que ambas teníamos que hacer.
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Por raro que parezca, a pesar de llevar ya casi tres meses aquí, todavía no había probado la sauna, que de hecho tenemos gratis dos veces por semana; pero el hecho de que el espacio sea pequeño y suela haber bastante gente, a la par de que no deja de consistir en "ir a un sitio cerrado a morirse de calor", habían provocado que rechazará todas las oportunidades anteriores. Hasta hoy, siendo elemento decisivo el que tenía que estudiar y que la sauna era privada.
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Pues allí que nos hemos encaminado las dos a las seis de la tarde. La sauna se encuentra en el último piso del edificio, un noveno; y cuenta con dos saunas. Tras encontrar la que estaba ya encendida, por estar reservada por Dasa, hemos entrada.
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La sauna es una habitación pequeña con bancos de madera y revestida del mismo material. En una esquina hay una pila con un montón de piedras que funcionan como la estufa. Es una sauna eléctrica, de modo que las piedras ya estaban calientes.
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Al entrar sientes un calor que parece ser asfixiante; y es entonces, cuando ya me he acomodado lo más lejos de la puerta, cuando Giedré empieza a hechar agua a las piedras. ¡Madre de dios que calor! Aquello ha empezado a producir un calor ni medio normal. Basicamente en esto consiste la sauna. Estar allí e ir acostumbrandose a la temperatura a la vez que esta va aumentando según se hecha agua a las piedras. Hemos pasado un rato muy agradable, charlando sobre un montón de cosas, lo cual ha estado muy bien, porque dado que las dos somos un poco reservadas tampoco tenemos una relación muy estrecha.
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Una vez se lleva sudando un rato, se sale. En estos casos, en la sauna tradicional, lo lógico sería salir al lago y haciendo un agujero en el hielo, zambullirs dentro. Pero claro, dado que estamos en un 9º piso lo del lago nos queda lejos. Por ello lo que tenemos a mano es una ducha con agua fría, que parece mentira pero sienta fenomenal; y tras eso, la visita al balcón.
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Es un balcón enorme y desde el se divisa parte de Helsinki. No es una vista perfecta puesto que las edificaciones en Pasila son del tipo oficinas, pero aun así el verla iluminada por las luces, ya que ya es de noche, hacen que agrade a la vista. Tras reirnos un rato de la situación, -haceros una idea: las dos en bañador y toalla, en el balcón de un 9º piso mientras en la calle vemos a dos chavales con gorro, guantes, polar y bufanda, y hará unos 3ºC- volvemos a la sauna.
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Esto es basicamente lo que se hace, en un ciclo que normalmente se hace tres veces, pero que por falta de tiempo solo hemos hecho dos.
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La verdad es que la sensación no se parece a nada que haya hecho antes, y la sensación de limpieza que deja tras salir tampoco es parecida a nada. He disfrutado mucho, y me alegro además de haberlo compartido con Giedré ya que nos ha servido para estrechar nuestra relación; cosa que habría sido imposible de estar Dasa o Raquel, que son la alegría de la huerta.
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Si es posible, el domingo que viene repito otra vez, y voy a proponerles reservar la sauna también para noviembre, una hora la semana, seguro que no me ponen ninguna pega.

1 Comments:

At 2:55:00 a. m., Blogger oria said...

Veo que te ha gustado la sauna, yo las veces que lo he intentado en las piscinas al aire libre que hay en Reykjavik he salido escopeteada al agua porque no aguantaba metida ahi dentro. El baño turco todavía peor ya que me daba media vuelta en misma puerta.

 

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