martes, octubre 25, 2005

Cambios inesperados

Parece mentira, pero sólo tres meses ya han provocado cambios inesperados, no sólo inesperados, más bien increíbles dado el odio que les tenía antes.
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Cualquiera que me conozca sabe que hay un alimento que me he negado en redondo a comer: arroz. Pues bien, ahora lo como tan a gusto. Pero antes de que a mi madre le dé un soponcio añadir el importante dato de que me sigue sin gustar el que ella compra. El que estoy comiendo es un arroz super-raro, al menos para mí, a la vista parece integral de un color marrón claro, pero sabe muy bien y no es integral. Es de estos que se quedan los granos sueltos. El problema es que se me está acabando y temo el día que tenga que ir al supermercado a comprar más porque no tengo ni idea de como es el envase, que tiré hace ya un tiempo, y claro, como tampoco lo compré yo, que fue uno de los regalos que me dejo mi hermano cuando estuvo aquí -que por cierto, ¡por fin se ha terminado el tomate envasado que compraste!-, habrá que ver como me las arreglo para encontralo.
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Otro alimento que en mi vida habría soñado comer: el pepino. ¡Madre de dios la guerra que habré dado para que no lo pusieran en la ensalada! Pues ahora me gusta, está bueno, incluso con la ensalada. Aún así, son tantos los años de odio que sólo pensar en la palabra me dan arcadas, tiene gracia ¿no?
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Y algo que no cambia, que es igual a todo estudiante erasmus, y esto lo sé por una encuesta "contrastada" a más de 20 erasmus es la adicción total al pan tostado. En casi todas las casas hay una tostadora, por mala que sea -la nuestra se está revelando y funciona cuando quiere, y a veces, decide quemar el pan, pero de momento sólo cuando lo usa Dasa, pobre-, y todo el mundo se ha hecho adicto al pan tostado, incluso aquellos que ni siquiera comían mucho pan en su casa. Sucesos paranormales.