El final de una etapa

Parece mentira lo rápido que pasan cinco meses. Hace nada me dedicaba a pasar las tardes tomando el sol en un parque al lado del museo cotemporáneo de Helsinki en mis primeras semanas en Helsinki, y ya estoy de vuelta en españa.

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Infinidad de cosas han pasado, jueves en el Corner, karaoke, sol, calor, nieve, viento, frío, cenas, desayunos, fiestas, carreras, conciertos, fiestas góticas, Kiss, Hellacopters, tardes de cine, el kebab, Tavastia, tomar el sol en la campa, perderse en los subterraneos, el metro naranja, biblioteca de música, cementerio, la playa... y personas inolvidables. Tal vez sin muchas cosas en común, pero a las que la situación a unido a mi vida, y me ha permitido conocerlas cuando más falta hacían: Inés, Maïténa, Petra, Doreen, Chara, Sofía, Igor, Thom, Elina, Ira, Stefan... y por supuesto, mis compañeras de piso: Dasa, Raquel y Giedré; de todas ellas he aprendido muchas cosas, incluso podría añadir a la lista a dos que también me han enseñado algo, aunque no en el mismo sentido, como son Mariliis y Sophie, que cumple en mi historia el papel de mala, y de loba disfrazada de cordera repectivamente.

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Ahora, después de todo ello, me encuentro en mi casa en Bilbao, y en cierto modo, parece que todo esto no ha sucedido. Es una sensación irreal; sé que ha pasado pero encuentro tan natural el entorno que me rodea que a veces, llego a dudar de que algo así me halla podido suceder. En cierto modo, esta sensación me ayuda a darme cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, y de que debo aprovechar el tiempo que todavía me queda de esta experiencia; no en vano, vuelvo el 16 de enero a las calles de Helsinki, y esta vez pienso sacar TODO el partido a vivir allí.

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Parece mentira, pero me he enamorado de la ciudad. Triste será el momento en el que tenga que decir adiós definitivamente.